viernes, julio 30, 2010

Patrones conductuales

Los patrones se crean con el tiempo, con las experiencias y las consecuencias, mi patrón conductual es pensarte al despertar aunque ni siquiera haya salido el sol y no tenga sentido, es racionalizarte aunque no tenga porqué, es justificarte, es creer en el destino, es tu destino, y en que el mío no se vuelva a cruzar contigo, es haberle buscado (y buscarle) explicación a todo lo que un día hiciste, es pensarte ambivalente.
Eres tú y tus dientes afilados…

miércoles, julio 21, 2010

Pasado aturdido


Es complicado. He decidido escribir un poco en serio, que al fin y al cabo es lo mismo que hablar conmigo misma, y sacarme de encima esta presión que me ahoga. Aunque sea un poco.
¿Total, a quién le importa? Pero llevo, o llevaba, deprimida ya alguna temporada. Y aunque no le importe a nadie, aunque nadie pueda siquiera asomarse a comprenderlo, necesito divagar. Y es que su fantasma, el de ella, me ha estado rondando desde antes de Navidad, y se me aferró aún más fuerte en ésta.

¿Por qué de repente me acuerdo tanto de ella? Como si no hubiera habido otras amigas, otras vivencias, otras catástrofes que recordar. ¿Por qué no antes? Quizá es que últimamente, en estos días, me habré preguntado por ella más a menudo, o que he debido recordarla más. Quizá por hablar de ella, liberándola de la prisión que yo misma le había preparado.

El abandono no era un concepto nuevo para ninguna de las dos. Nos hicimos amigas en la desesperación, y nos aferramos con más fuerza de la que hubiéramos podido imaginar debido a ésta. Desterrada de mi antiguo mundo, ella fue la única amiga que pude tener. Perseguir tu mala estrella en compañía es mejor que hacerlo solo. Y no me refiero a que sea un consuelo de tontos, a que siempre cabría decir “pero ella está peor que yo”; sino a que hacerlo cada una por nuestra cuenta hubiera sido duro, mil veces más duro. Apoyando mi espalda contra la suya, las dos nos manteníamos en pie.

He intentado no pensar en ella desde entonces. He procurado encerrarla en lo más profundo de mi cabeza, bajo capas y capas de otros pensamientos, de otras tristezas. Su carita gris, sus ojitos tristes, sus frases histéricas gritándome que porque siempre me iba sin más, sus frases desesperadas porque no me fuera. Que no la abandonara a su suerte en aquel agujero en que estábamos prisioneras, quise escapar… pero ella no.

Yo la serví de cuenco y gracias a mí, se vació entera, retazo a retazo, mostrando frases que crearon una historia aterradora. Yo sentía su dolor, y cada palabra suya se me abría paso como una aguja de fuego en las entrañas. Saber duele. El dolor ajeno duele. Y aunque no tenía derecho a contarme todo aquello, a llenarme de hiel el alma ya hecha pulpa, nunca me atreví a callarla. Por eso de algún modo ella vive con su historia todavía. Ella nunca me dejará de doler, todas aquellas frases memorizadas a la fuerza como si supiera que algún día yo no estaría con ella para que me las repitiera, como si supiera que no podría contárselo nunca a nadie más.

Ahora si falta ella, y falta alguien que pudiera comprender todas esas cosas que sólo ella comprendía. Después de todo, lo vivimos juntas. Esa huida suicida hacia delante en la que corrimos hasta abrazar nuestros miedos, hasta besarlos, hasta follar con ellos. Ya no quedaba nada que nos cuidara, ni nosotras mismas, sólo ese dolor intenso en las entrañas, ese enredarnos con cualquier otro cuerpo, ese sudor frío que se mezclaba con el de cualquier desconocido. Por necesidad ella, por desesperación yo. Desgastándonos por dentro y terminando de hacernos añicos nosotras mismas el corazón, para que ningún otro pudiera hacerlo más adelante.

Olvidarlo todo, hacer como si ella no hubiera existido nunca. Sus hermosos ojos tristes; aquella chica que pudo ser tanto y a la que la vida se le torció mucho antes de dejar de lado sus juguetes. Me pegué a su vida invisible.
“Porque siempre, en el fondo, late una cuestión de poder. Quien tiene poder habla, a quien tiene poder se le ve, quien no lo tiene se vuelve invisible.”
Y ella fue la más invisible de todos, la menos poderosa, aquella a la que había que mirar dos veces para saber si estaba o no.

A nadie más le importaba, para nadie más existía. Ella lo sabía, a veces lo murmuraba con un susurro de mariposa, sin querer escucharse; y yo sabía que tenía razón. Un padre meloso que se metía en su cama, que la pervirtió de mil maneras antes de que ella tuviera conciencia y fuerzas para resistirse. Y sobre todo la presencia constante de la madre, que no quiso ver, que la volvieron loca y por las que siempre acusó a su hija y nunca al verdadero monstruo. Unos celos desquiciados que la hicieron ver involucraciones, de quién las huía.
Y ella se largó una noche sin avisar a nadie, huyendo hacia esta noche de Madrid que le recordaba, con sus mil lucecitas, que había gente que vivía con su familia, más o menos feliz, en casas calientes. Gente que tenía amor, que tenía perro, que tenía una familia en la que refugiarse si lo deseaba. Gente que tenía unos derechos que a ella se le habían visto siempre negados.

Debió ser indoloro. ¿Qué estaría haciendo en este momento, en quién estaría pensando? Se fue del mundo sin que nada en este se moviera, sin que nadie se percatara. Nadie siente la desaparición de una criatura invisible, no porque no importe sino porque nadie se da cuenta. Salvo yo, que recorrí durante ese año aquel camino de vergüenza junto a ella.

Quizá se lo esperaba y quizá no. Quizá sintió una presencia un segundo antes, quizá sonrió pensando en lo bueno que sería partir. Pero un segundo antes ella todavía estaba. Su invisibilidad, su sonrisa rota, su tabaco siempre a mano, billete de metro y música para aturdirse de si misma. En alguna parte, unos amantes se devoraban, una madre leía un cuento a su hijo, una gata triste lloraba contra su almohada.
Un segundo después, ella volaba lejos.

A veces me pregunto que habrá sido de sus restos. Tal vez, si lo supiera debería ir a verla y llorarle sal encima, como hicimos aquella noche en que desesperadas nos besamos, y abrazamos, y volvimos a besar, escupiendo a un mundo que no nos necesitaba. Tal vez debiera ponerme frente a ella y rogarle que me perdone, porque no tuve otra opción que irme.
Pero me engaño… Es imposible averiguarlo, y mil veces menos posible ahora. Y aunque pudiera, aunque existiera una mínima posibilidad, dudo de que fuera capaz de acumular valor suficiente para enfrentarme a ella.

¿Acaso no son bastante tributo estas ojeras, este no saber que hacer conmigo por las noches, estas lágrimas que parece que nunca acabarán de salir del todo?
Y ya no están. Ni las sonrisas de medio lado, ni el sudor frío, ni los crueles desconocidos, ni su silueta menuda sosteniendo una copa con gracia. Las cosas han cambiado, y todo eso que vivimos sólo puede existir en el mundo invisible de mi memoria, ese mundo invisible del que ella no podría salir nunca más.

Hay personas que nacen condenadas, y yo no puedo cometer la traición última de permitir que se pierda para siempre en el olvido, ya completa y permanentemente invisible, su última transparencia estallando como una pompa de jabón que no deja rastros ni huellas. Y por eso, soy la única que puede y que debe recordarla tal y como ella es de verdad.

domingo, julio 18, 2010

Ni tanto, ni tan poco...



Yo, buscándote en rostros diferentes; tú, no viéndome en ninguno.

Vas y vienes, unos días llevas esa gran sonrisa de la que me haces cómplice, otros días esa sonrisa despierta en otras bocas.
No lo sé... eres extraordinariamente adictiva, soy extraordinariamente adicta…
No lo sé... no sé qué impulso me lleva a ti, y hace que actúe sin pensar... ya sé, ya sé, sé que es el camino equivocado...
Lo sé, lo sé, sé que todo se crea con tiempo, sé que no debería correr, sé que no debería pensar en el postre antes de comer…
Está bien, bajaré mi cabeza, controlaré mis impulsos, volveré a coger el camino por donde vine, y tú no tendrás que ver como todo esto se va por la borda.

miércoles, julio 14, 2010

Párpados cerrados

La noche enfermaba lentamente, la niebla tosía las calles y en la penumbra el frio congelaba el norte que tantas veces había seguido…y el silencio infectado expulsó...

Tengo el alma encharcada, me he bebido todas tus palabras una a una y ahora la sensación de adiós me anuda el estómago… bebí demasiado de ti y ahora esta resaca de recuerdos me golpea, se para en mi cabeza como me separa de ti el tiempo...
Me siento inútil, indefensa ante un sentimiento que fatiga mi corazón, mi voz le hace sombra a tu sombra, mis manos no dejan de golpear la almohada que tantas veces te soñó, mi piel se arruga porque la tuya ya no le da oxigeno, me provocas deshidratación, el móvil no suena y mis lagrimas hacen demasiado ruido para escuchar la esperanza.
Los ojos que antes me llenaban ahora se cubren de moho, y que no me diga nadie que el tiempo lo lava todo porque yo solo quiero la limpieza de tus ojos… mi habitación no duerme mientras, yo amanezco con el deseo de que el sol pellizque esta realidad y la luna me dé las buenas noches como siempre lo hacia… y es lo que el silencio le cuenta al reloj mientras se hacía el dormido...

martes, julio 13, 2010

¿Qué argumentos darías en el día de hoy a la muerte para pedir una prórroga de tu vida?

Necesito saber cual es mi límite, hasta donde puedo llegar o dejar de hacerlo.
Necesito conocer a que sabe una sonrisa, definirla en sabor, en aroma, en cualidad y en amplitud.
Necesito saber si puedo llegar a la raíz de un pensamiento, sentimiento o emoción sin adentrarme demasiado, sin involucrarme.
Necesito sentirme respaldada, y ser sin estar respaldada, saberme capaz de ser, sin más.
Necesito necesitarme, sentirme racional, sentirme emotiva, y aun así sentirme, necesitar las dos partes de mí, tratarlas como mías y no como variantes.
Necesito más tiempo, porque el tiempo es espacio, y eso incluye viaje, trayecto, destino… desde no sé donde, y a quién sabe qué.
Tiempo, también contado, con fecha de caducidad y en partitura, memorizado en incapaz de dejar de cantarlo una y mil veces.
Tiempo y aire, aire y sonido, o sonido y espacio, con espacio mi tiempo es infinito, y con tiempo mi sonido acompasado.
Si mi argumento para vivir tuviera palabra, la palabra también se perdería en tiempo, espacio, y sonido cuando se pronunciase… palabra es compromiso, enlace, rabia, unión, ira, tacto, responsabilidad, y también culpa…

sábado, julio 10, 2010

Asistolia

A veces no es solo falta de cariño, a veces necesito mejor, y no más. A veces no me soy suficiente, a veces necesito que me cojas y me lleves de un lado a otro, del dolor a la cólera, de la rabia a no sentirme, a la alegría de no caerme, a veces esa visibilidad en el camino se ve reducida, a veces no tengo palabras, estoy confusa, necesito perder los estribos, a veces me pueden los recuerdos, mi pasado, a veces quiero estar sola para no necesitarte, para no tener que perderte, a veces tengo miedo de sufrir,y por eso quiero sufrir, para no tener más miedo, a veces soy un circulo vicioso de deseos arriesgados, peligrosos e inútiles.
A veces me siento cohibida a que me conozcas, a veces me simplifico, a veces sólo brillan mis ojos y no lo de dentro, a veces me escondo en una voz que no es la mía, pero que habla por mi, a veces elijo y me dejo llevar, me llevas, a veces opto por no elegir, incluso a veces elijo sin darme cuenta.
A veces grito tensando mi cuerpo sin que nadie oiga nada, rodeada de gente, a veces solo que necesito no necesitarte.
Corro por sentirme fuerte, dueña de algo, al menos de cuando quiero jugarme la vida, y no me da miedo por sufrir, porque no sufro, elijo formar parte de mi vida, disfruto de ser responsable de que hacer con mi vida.¿Eso es ser responsable o irresponsable?
Has disfrutado alguna vez siendo una solitaria, incomprendida, desquiciada, te has querido fugar solo por sentirte libre?has resistido la magnifica tentación de saltar desde un 5º piso sabiendo que la caída sería dulce?
Sientes placer al sentir dolor... el sentir algo más fuerte que el día a día?
Sabes reconocer la desesperación en un gesto de tu propia cara?