miércoles, enero 19, 2011

Transeúnte.



No me guardes rencor, no puedo hacer nada más que salvaguardar mi alma, no estés conmigo, no huyas de mi, sé mi transeúnte.
Cuidame cuando sólo quede mi recuerdo, deseame el mejor destino posible para que todo esto tenga sentido.
Hazme un favor, respira por mí.
Ahora tengo demasiado, ahora pesa la falta, ahora me pesas, ahora me empiezo a pesar.
A pesarme, a pensarme.
Los besos se me llenaros de escarcha, de agua destilada que nunca manaba, se ahogaron mis ganas, se murió mi aliento.
Los ojos se me inundaron de lágrimas derramadas por algún otro transeúnte, algún otro como yo, algún otro que no eras tú.
El alma se me inundó de cristales, rotos, resquebrajados, puntiagudos, ásperos, y translúcidos.
La vida de expectativas extinguidas, de sueños que se convirtieron en deseos, los deseos en ilusiones, las ilusiones en expectativas, y las expectativas en fracasos.
Ya no pude soñar, no pude soñarte donde no existías, no existías donde no había lugar para sueños.

Porque los sueños son para crearlos y vivirlos.