Sólo hay una...

Siempre me ha fascinado la inocencia de mi madre, y en cambio el humor que usa con tanto desparpajo, casi te hace sonrojarte.

Hoy la he acompañado a una entrevista, podía notar como se ponía nerviosa por la incertidumbre de lo que le preguntarían, por no querer llegar tarde, por la desesperación de estar estable.
Me fascina cuando lucha por lo que quiere, cuando tiene gestos de adolescente que me recuerda que aún no ha perdido la ilusión por vivir, por ver que todo es posible, por querer ganar, y cuando se ilusiona por las pequeñas cosas, incluso me hace gracia cuando me dice que le gustaría ser abuela, aún sabiendo que no es posible (En realidad le aterra), que los tíos son muy majos… pero a distancia.
Siempre me ha respetado, no tuve ningún problema cuando se enteró de mi condición sexual, me quiso por quién soy, y no por quién aparentaba ser, a veces la cuento algún detalle para ver como se ruboriza, aunque cuando se mete en el papel… casi me ruborizo yo.
Por eso mismo, porque no la escondo nada, nunca se ha atrevido a dudar de mí, y por eso mismo me encanta abrazarla cada noche, y como ella dice “cachorrear”, ponernos a imitar a famosos mientras no perdemos ni un detalle del momento, hablar hasta altas horas de la madrugada, a veces irnos de fiesta juntas.
Me suele pasar que cuando estoy una semana sin verla noto un dolor en el pecho parecido a la angustia, a veces intento simular la misma situación con otra persona, pero no me vacila igual…es ese granito de arena que me llena.